2. El suministro de energía
La demanda total de energía eléctrica del conjunto de las sedes de Banca Etica es algo superior a 703.000 kWhe/año y ha aumentado un 21% respecto al año 2016; la parte correspondiente a las filiales sigue superando a la de la Sede Central de Padua y continua estable en un 60% del total. Esto confirma la importancia de la gestión del patrimonio inmobiliario y las instalaciones de las filiales y las oficinas de los comerciales.
En 2017 la cobertura de la energía eléctrica producida a partir de fuentes renovables ha sido del 99%. Por el momento, dicho valor es nuestro límite «fisiológico»; el banco interviene en la práctica totalidad de los suministros gestionables por él, quedando por lo tanto «sin cubrir» los suministros indirectos de la energía eléctrica de las dos filiales que aprovechan el servicio de refrigeración central del edificio.
En 2017 se ha continuado vigilando los consumos directos de pellets para la calefacción de la sede central y de gas para la calefacción de 5 filiales, así como los consumos indirectos de gas de las dos filiales conectadas a un sistema de refrigeración central.
Las 11 filiales restantes están provistas de sistemas de expansión directa de frío y calor de alimentación eléctrica: los consumos correspondientes entran dentro del apartado de suministro de energía eléctrica.
En lo que respecta a las demás fuentes de energía diferentes de la energía eléctrica, el uso del gas para la producción de calor en las filiales es equivalente (en términos energéticos) al de pellets de la sede central. En términos ambientales, la emisión de CO2 vinculada al uso del gas es de 26,5 toneladas/año, mientras que la emisión de CO2 evitada por el uso de pellets en lugar del gas metano tradicional en la sede central de Padua es de 19 toneladas/año.
Haciendo un análisis completo de todas las fuentes energéticas primarias vinculadas al uso de energía eléctrica, gas, pellets y transporte, queda confirmado que la proporción de la parte renovable es de 2/3 de las necesidades totales.
En 2017 se ha confirmado un descenso del 63% del impacto ambiental que se habría generado con el empleo de las tecnologías y los vectores energéticos tradicionales.